Arte celestial

Arte celestial

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Su madre murió cuando él tenía dos años. Aun así, recuerda su infancia como la etapa más feliz de su vida. “Perdí a mi madre, pero me quedó un padre maravilloso, que me educó y me guio; fui inmensamente feliz al lado de él”, dice Víctor Olivos Núñez, que hoy tiene 75 años y vive en el humilde distrito de José Leonardo Ortiz, en Chiclayo, Lambayeque. A los cinco años descubrió su talento; a los diez, lo perfeccionó; y a los veinte ya era un experto pintor. “Yo pintaba con dinamismo, amor, ternura, no lo hacía necesariamente para ganar dinero. Cuando era niño, ayudaba a mi padre en sus trabajos de construcción, pero mi vocación era la pintura. Y de manera autodidacta, comencé a pintar los cuadros de los grandes genios”, agrega.

Chota, Cajamarca, Cuzco, Pucallpa, Iquitos, Tingo María y Tocache fueron algunas ciudades y regiones que recorrió con sus pinceles, pintando retratos a pedido, haciendo reproducciones de cuadros famosos. Incluso retrató a Presidentes –como Alberto Fujimori, García, Toledo, Humala y Vizcarra–, y en algunos casos les entregó los cuadros en persona. “Pero lo que más me gustaba, y me gusta, es seguir el camino del pintor renacentista italiano Miguel Ángel; él consiguió una unión especial con Dios; Dios lo guiaba; pintaba ángeles hermosos… Miguel Ángel me dio el deseo de crear… Y yo le pedí a Dios que me ayude a pintar y, en sueños, sentí que me daba un mensaje: ‘Tú no sabes nada, no has visto nada. Arrodíllate de nuevo y te mostraré…’. Todo mi arte lo he hecho gracias a la ayuda de Dios… Mi gran obra se llamará La Ciudad Santa, y habrá palacios, ríos encantados y ángeles de fiesta”.

Pero Víctor ha hecho ya grandes obras que trascienden incluso lo artístico. En el 2019, se llevó a cabo un acuerdo entre la Unidad Territorial de Lambayeque del Programa Pensión 65 y el Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación José Quiñones Gonzales del Distrito de Chiclayo, el cual pertenece al Poder Judicial del Perú. La idea era ayudar a jóvenes a rehabilitarse y adaptarse socialmente, enseñándoles arte. Entonces convocaron a Víctor. “Me sentí muy bien ayudándolos. Eran chicos muy inteligentes. Yo les decía ‘¡Ustedes me van a superar!’… Mi proyecto es formar una escuela de arte para todos, jóvenes, ancianos, niños, y contarles mis secretos y técnicas… ¡Me he llegado a hacer pinceles con los pelitos que se caen de los gatos! Esos pínceles ayudan para pintar detalles de rostros… Hasta las yemas de los dedos uso para pintar… La vida no está comprada; cualquier día uno se va, y yo no quiero que los secretos se vayan conmigo…”.

Hoy, en el marco de Saberes Productivos, transmite su arte a otros adultos mayores y a las nuevas generaciones. El año pasado postuló a una línea de apoyo económico del Ministerio de Cultura y aprobaron su proyecto: un taller de pintura semipresencial y virtual, desde su humilde casa, para ayudar a los niños y jóvenes que se encuentran en entornos de riesgo de delincuencia y drogadicción. Su sueño de tener una escuela de arte, empieza a materializarse.

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