Desde tiempos históricos, los volcanes han generado impactos en infraestructuras, agricultura, economía y la población en zonas urbanas en el Perú y el mundo. En nuestro país, el peligro volcánico es originado por la existencia de 17 volcanes activos o potencialmente activos ubicados en la región del sur hasta la frontera con Chile. De acuerdo con el INEI, dentro de las 14 provincias próximas a centros volcánicos, habita una población de 1.8 millones de personas y se localizan 258 centros de salud, 3500 instituciones educativas, represas, centrales hidroeléctricas, redes viales, acueductos, además de aeropuertos por los que se desplazan diariamente alredededor de 23 000 personas.
En los últimos años, las erupciones desarrolladas por los volcanes Ubinas (2006-2009, 2013-2017 y 2019) y Sabancaya (2016-actualidad) han afectado moderadamente una población de 25 000 personas. Sin embargo, en los últimos 600 años, de los 6 volcanes peruanos que generaron hasta 34 erupciones volcánicas, la ocurrida en el volcán Huaynaputina en el año 1600 causó la muerte de aproximadamente 1500 personas, además de afectación regional y mundial producto de la caída de cenizas e importantes volúmenes de gases expulsados hacia la atmósfera.
En ese sentido, el Instituto Geofísico del Perú (IGP), conocedor del potencial peligro de los volcanes sobre los cuales mantiene constante vigilancia y con el objetivo de identificar, técnicamente los volcanes de mayor peligrosidad, ha evaluado 15 factores de peligro volcánico y 9 por exposición relativa de la población, aviación civil e infraestructura, aplicando una metodología validada día internacionalmente.
La correlación de dichos factores ha permitido determinar 5 niveles de peligrosidad volcánica (NPV): los volcanes de muy alta peligrosidad son el Misti, Sabancaya y Ubinas; de Alta Peligrosidad, Chachani, Ticsani, Huaynaputina y Coropuna; de moderada peligrosidad, Sara Sara, Tutupaca Yucamane y Solimana; de baja peligrosidad, Casiri y Purupuruni. Finalmente, los volcanes de muy baja peligrosidad están conformados por el campo volcánico monogenético de Andagua y Huambo, volcán Cerro Auquihuato y volcán Quimsachata.
Mediante esta categorización es posible implementar y priorizar mejoras en el monitoreo volcánico. Sin duda, esta es una herramienta que permite a las autoridades planificar ordenadamente su territorio como parte de una responsable gestión del riesgo. Así, seguimos haciendo “ciencia para protegernos, ciencia para avanzar”.
Columna de opinión publicada en el diario Correo Arequipa